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VIENE DE LA PAG. 20 referencia no literaria a las calabazas de
Halloween data de 1834. Desde entonces la tradición no solo
infierno.
Cuando no ha cesado, sino que se ha extendido a todo el mundo.
Jack murió, Esta es la leyenda de Jack-o’-lantern, un simple hombre cualquiera que
San Pedro logró engañar a Satanás y que vaga en las noches del fin del ciclo del
le negó la tiempo tratando de encontrar su lugar, dado que no es ni del mundo, ni
entrada al
cielo por del cielo, ni del infierno.
sus muchos
pecados.
El alma de
Jack viajó
entonces
al infierno, pero el diablo, fiel a su promesa,
también se negó a dejarle entrar, condenán-
dole a vagar por el mundo para toda la eterni-
dad. Cuando Jack, aterrado, se quejó de que
no podía encontrar el camino en la oscuridad,
el diablo le arrojó un ascua del infierno para
que se iluminara. El ascua quemaba, así que
Stingy Jack talló un nabo que llevaba consigo
y metió el ascua dentro. Desde entonces su
espíritu atormentado vaga por la tierra como
Jack O’ Lantern, Jack el de la linterna.
Del nabo a la calabaza
En el siglo XVII, los irlandeses y escoceses
celebraban halloween encendiendo pequeñas
lámparas en las entradas a sus casas para
que ahuyenta-
ran a los malos
espíritus y a las
almas perdi-
das, como la
de Stingy Jack.
En las zonas
rurales tallaban nabos,
remolachas o patatas
con caras siniestras y
metían una pequeña
vela en su interior.
La costumbre de tallar calabazas no llegó a
Estados Unidos hasta el siglo XIX de la mano
de varias oleadas de colonos irlandeses. Sin
embargo, no está claro cómo se pasó de los
nabos a las calabazas. Probablemente fueran
más abundantes en Estados Unidos y más fá-
ciles de tallar. El relato de 1820 Sleepy Hollow
escrito por Washington Irving ya hacía refe-
rencia a una calabaza como señal caracterís-
tica del jinete sin cabeza. Con todo, la primera
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